Mírame a los ojos

Acto 1

Escena 1

Sí, tú. Adónde vas con esa timidez que te impide conocer a nadie. Qué quieres, ¿Que te lo diga por señas? ¿Que te haga un esquema? ¿Que me presente bajo tu balcón con unos mariachis? Si ni siquiera me miras. Me hablas y me pregunto qué puede haber que sea tan interesante tras de mí que me esté perdiendo o si tendré pegado algo en la oreja, no sé.

No sé por qué no miras al único lugar en el que se encuentran todas las respuestas a esta absurda repetición de conversaciones que mantenemos -al menos yo- con la esperanza de cruzarme una sola vez con tu mirada. Te miras las manos. Pero por qué bajas la mirada, no hay nudos más que en tu mente por mucho que te empeñes en hacerlos y deshacerlos retorciendo los dedos, rellenando el momento de palabras para retrasar la despedida. Pero mira: mírame.

Sabes lo que dicen compositores y poetas de la eternidad en una mirada; entonces por qué no lo haces. A veces me frustra tanto que te tumbaría y te sujetaría por las muñecas para obligarte a hacerlo: para colmo de mi desesperación sé que te gustaría.

Te he visto. Te he visto con el trasero posado escuchando sonriente esas sartas de memeces. Ahí sí que mirabas sin perder la trayectoria, maldita sea, haz lo que quieras.

(Se retira. Mientras va desapareciendo del escenario, los ojos de la cara que sonríe a memeces permanecen clavados en su espalda. Cambiarían de dirección si llegase a darse la vuelta)

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