En la memoria de mas de uno quedará esta tarde de Jueves Santo. Una vez más la torre del campanario de la Basílica de Santa María era testigo impasible en el tiempo del milagro, Nuestro Padre Jesús del Rescate, ese Señor del viejo templo al que tantas veces le hemos pedido ayuda, de nuevo se volvía a encontrar con su pueblo. Sobre las cinco menos cuarto de la tarde, desde la que fuese en su día prisión y ahora refugio de la historia de Linares, El Pósito, una mirada se centraba en las puertas de la Basílica, deseosa de que se abriesen y por ella apareciese la tan deseada libertad hecha Sagrada Imagen. Y así fue a toque de tambor, como El sólo sabe caminar por Linares, Nuestro Padre Jesús del Rescate daba la vida a un reo con su puesta en libertad.
De esta forma la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Rescate y María Santísima de los Dolores, tras los duros años de pandemia, volvía ha realizar su Estación de Penitencia. Santa María, costaleros, casco antiguo, Banda de Cabecera, Trompeteros, Casa de Hermandad, mantillas o músicos que bajo el nombre de AM Dolores, conformaban un conjunto que deja huella, una puesta en escena que abre el telón de la vida y todo bajo la atenta mirada de quien no quiso perderse ni un solo minuto, desde el balcón glorioso del cielo, lo que en nuestras calles, su Cristo y su Bendita Madre iban dejando en el corazón de todos, Fernando hizo con Ellos en cada instante, en cada levantá o tintineo de varales, la más verdadera Estación de Penitencia.
Y así es como el Jueves Santo en el que hasta el sol de aliaba para dejar una gran tarde noche de pasión, descubría los más puros y bellos sentimientos de algo que no es que perdiésemos, sino que habíamos dejado en un rincón del alma esperando a que de nuevo la Madre de los Dolores los despertase con la mayor Fe que se podía hacer. Este año sí, señores, el Rescate estuvo en las calles de Linares.