Tengo tres amigas, todas embarazadas y han quedado para celebrar una fiesta: la de abortar. Qué bien suena. Antes de su cita en la clínica, han quedado para tomarse un vino para arrancar y, después, hasta que el cuerpo aguante. ¿Les parece obsceno? Seguramente sí, pero algo así es lo que nos vino a soltar el otro día la Presidenta de la Comunidad de Madrid, mi querida Ayuso. Cuánta hipocresía tenemos que aguantar.
Su argumentación, como casi siempre, sorprende y, en mi caso, me enciende. La culpa es de “las feministas del PSOE y Podemos”, malas mujeres, que nos lo venden así, como una fiesta. “Es una decisión que se toma una vez, no cada cuatro veces, como hacen muchas mujeres. Tenemos que ir al menor aborto posible porque muchas veces las mujeres son empujadas a ello y muchas veces es: venga, me lo quito de encima”, soltó como quien pide otra ronda en el bar.
Y es que lo que nos gusta es desgarrar la vida que crece dentro de nosotras. Lo hacemos por gusto, como quien va a la peluquería, claro que sí, presidenta. En meses no he visto desfachatez igual, esa manipulación de los datos para proponer que aunque sea legal, sea la última opción de las mujeres.
Para empezar, según recogió la SER, cerca de “2.400 mujeres en España vivieron su cuarto aborto el pasado año, según los datos recogidos en el último informe del Ministerio de Sanidad. Esa cifra, a pesar de las palabras de Ayuso, apenas supone el 3% de las 90.000 mujeres que interrumpieron su embarazo en 2020”.
Puedo comprender que se quiera dar opciones a las mujeres, pero esto no va de fiestas. El aborto es un derecho y, estoy convencida de que no es plato de buen gusto para las que se decantan por él. Lo de las “feministas profesionales” es una forma más de hacer política, pero, en este caso, de la que se tira al lodo para buscar algún voto, aunque sea haciendo daño y utilizando una situación dramática.
Sus palabras son una frivolidad muy dolorosa, y debería pensárselo porque no todo el monte es orégano. Por cierto, la resaca de esa fiesta es el descontrol de hormonas, la tristeza y, en muchos casos, un cargo de conciencia de por vida, por si no lo sabía, señora Ayuso.
Ella lo sabe, la señora Ayuso está especializada en soltar polémicas y estar siempre en el punto de mira. Réditos políticos pensará. Pero ¿Dónde están las líneas rojas? ¿Hasta dónde se puede llegar para señalarse como el principal delfín del PP? Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero a un cargo público, a un representante del pueblo habría que pedirle, por lo menos, altura de miras y responsabilidad. Las fiestas para los que quieran fiestas, pero los derechos adquiridos, tras mucha controversia y dolor en este caso, deberían ser territorio sagrado. Incluso hasta para aquellos que pretenden hacer, siempre que tienen la oportunidad, de cada palabra una polémica y de cada polémica un voto.