Feliz cumpleaños, Martina

Martina cumple 5 años. Cinco años de miedos, alegrías y, sobre todo, incertidumbres. Juntas hemos aprendido a reírnos, enfadarnos y a andar por este sendero de la vida que no sabemos dónde nos llevará. Aún recuerdo el día que me dijeron que otra vida habitaba dentro de mí. Vértigo es poco.

Y aquí seguimos, con la misma sensación de salto al vacío. Ella es decidida y testaruda, sabe lo que quiere. Me pregunta por qué no puede ir sola al colegio cuando conoce el camino a la perfección y por qué Pippi Calzaslargas es libre.

En sus palabras, intuyo un inmenso deseo de volar. Y, antes o después, tendremos que soltar amarras. Para mí es pronto aún. Se define como bióloga, como su padre, y, por eso, trata de salvar a todos los insectos que ve por la calle. Al mirarme, de pasada, dice que también quiere ser periodista.

Creo que lo hace más por solidaridad conmigo que porque realmente le guste. Además, no entiende por qué en Jaén no existe una escuela de magia para aprender hechizos y encantamientos. Le apasionan el mago Merlín y Harry Potter. Una de sus especialidades es llevar las cosas al límite, eso y su tendencia al drama.

Un lustro, una migaja de tiempo, pero toda una eternidad cuando echo la vista atrás. Noches despierta porque tomaba el pecho cada 45 minutos, días llenos de quebraderos de cabeza y de diversión y, ahora, cuando todo parece encauzarse, recuerdo a aquellas abanderadas de la crianza.

Están las que defienden el apego a toda costa, las que opinan que hay que dejarlos llorar hasta que se duerman y cada una piensa que lo suyo es lo mejor y, por eso, se creen en el derecho de conminarte a seguir su teoría. No te aconsejan, te imponen. Les falta decir: “Déjame a mí, que tú no sabes”.

Pues no, no me da la gana. Hacemos lo que podemos, con aciertos y fallos, da igual. A mí lo que me mueve es el amor y no voy a dejarla llorar ni sentirse sola, pero tampoco voy a regañar al que lo haga. Me sobran los sermones. A mí me basta con quererla y que me quiera, ayudarla a ser libre como Pippi, a que vuele alto y sueñe. Quiero que crezca segura, confiada y con ideales. Me basta con su sonrisa y abrazo. Como cantaba “La banda jachís”: “No querer adueñarme de tu corazón es la razón de amarte”. Porque Martina es vida y la vida hay que vivirla y gozarla, no atraparla. Pues eso, Martina cumple 5 años. Felicidades, niña vida.

Inma Espinilla
Periodista

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