Un chisme, es lo que toca esta vez, y esta hablilla, desde hace días muy presente en prensa y televisión –desde que no hubo otro remedio que hacerlo público–, ha corrido, como dice el tópico, como la pólvora, dejando tras de sí rostros extrañados, picardía en los guiños y muecas de burla.
Del caso se puede decir que es como poco peculiar, porque, si bien ya no resulta tan extraño que un sacerdote cuelgue los hábitos en pos de la vida matrimonial, sí lo es que un obispo, un superior inmediato en la jerarquía eclesiástica, pierda la cabeza y la mitra seducido por la disposición curvilínea de una mujer. Me estoy refiriendo, como habrán deducido, a lo que estos días se habla y se publica sobre Xavier Novell, obispo –ahora emérito– de Solsona, quien ha puesto término a su ligazón con la vida religiosa y ha dado comienzo a una nueva andadura, esta vez en compañía de una mujer, de quien ha trascendido su identidad, Silvia Caballol Clemente.
Como hemos señalado, el asunto está dando mucho de sí, aunque creo que sin hacer mucha justicia a su verdadera dimensión. Los comentarios en conversaciones y redes sociales revelan una versión esquemática del episodio y una asimilación bastante pobre de su sentido, como si estuviéramos tratando con una historieta que se pudiera solventar a base de titulares y sin mayor fondo que el del lugar común, allí donde florecen los tópicos –seguramente a muchos les haya traído a la memoria la novela de McCullough, El pájaro espino, adaptada con gran éxito a la televisión allá por el 1983–.
Aquí, hay que admitirlo, no podemos saber quién ha seducido a quién, ni tampoco cuánto hay de cierto en lo que nos cuentan, pero sí podemos aproximarnos a esta historia tomándola como un relato, pues como veremos, en ella constan algunos elementos presentes en toda narración.
Antes de todo deberíamos mirar algo más atentamente a los personajes de este drama. El primero, el obispo catalán Xavier Novell, por cuanto ha sido vinculado con diferentes controversias que han hecho que los fieles de su diócesis lo consideren como un hombre extravagante, no necesita mayor presentación –más adelante, sí, volveremos sobre su figura–. En cambio, de Silvia Caballol, la desconocida hasta ahora para el público, lo que hemos ido sabiendo –psicóloga de 38 años, divorciada de un ciudadano marroquí y madre de dos hijos–, nos da la medida del salto dado por el eclesiástico, pues en la elección de Caballol como pareja está implícita la renuncia a un matrimonio con-forme a sus creencias –un posible paso intermedio–, y el aterrizaje directo en el otro extremo del celibato, en el chusco amancebamiento –situación que lo une, además, a una mujer poco común; la generalidad de la prensa insiste en describir a Caballol como escritora de novelas erótico-satánicas–.
Precisamente este matiz ha motivado que este cuento nos llegue con el barniz de lo frívolo y chocarrero. No obstante, la iglesia y su entorno suele ser más que prudente a la hora de pronunciarse sobre algunos asuntos, en especial sobre lo sabido gracias a Germinans, web católica que ha revelado el contexto en que se habrían conocido ambos personajes: “hará cosa de un par de años, en ambientes de demonología”, dato no tan extraño teniendo en cuenta que desde 2015 Novell es el exorcista titular de la diócesis de Solsona. Y es precisamente en este punto donde se produce el giro argumental: sacerdotes de su confianza habrían advertido al obispo del influjo demoníaco que la psicóloga ejerce sobre él, por lo que un sector del clero catalán sería partidario de que a Xavier Novell se le practicara un exorcismo.
Esto tiene indudables ecos literarios, pues del mismo modo que Don Quijote llega a sufrir un proceso de “Sanchificación” y termina hasta intercalando los mismos refranillos de su escudero en el habla, también Xavier Novell habría mutado al contacto con el amor –o la pasión–, experimentando una “Caballolización” que lo habría convertido en una caricatura de lo que antes combatía: en un obispo amancebado y un exorcista poseído. Así, el destino, el más experto de los narradores, nos ofrece por un lado un personaje convertido en una paradoja andante, y por otro un nuevo nivel interpretativo del relato, el moral –y por lo específico del caso, el teológico–, poniendo una lupa entre la figura del “obispo endemoniado” y el público.
Según los exorcistas, a la condición de endemoniado se llega por varios motivos. Uno es por la exposición al peligro, es decir, por contacto con el ocultismo. Ya antes hemos señalado que no se-ría otro sino éste el contexto en el que conectan Novell y Caballol. Pero si esto fuera lo común todo exorcista acabaría en las garras del enemigo, por lo que parece más lógico que la oscuridad se haya filtrado por una grieta más grande y frecuente, como sería el pecado, causa principal de la posesión satánica según los expertos en estas lides.
Sabiendo esto, ¿podría encajar lo anterior en el escándalo protagonizado por el obispo de Solsona? Xavier Novell es ante todo un personaje arquetípico en el que queda retratada la mayoría del clero catalán. En él lo personal acoge a lo general, que es el apoyo público al separatismo, una tendencia que, al igual que ya ocurriera con la iglesia vasca, ha servido para copar la atención de los medios de comunicación mientras iba vaciando las iglesias de feligreses.
Suele ocurrir cuando una comunidad religiosa olvida su misión, su dimensión espiritual, y se vuelca en lo mundano, los afanes políticos. Y aquí, más allá del envoltorio de buenas palabras con que se nos presenta el independentismo –diálogo, voluntad popular, etc–, la realidad es que sus frutos son la soberbia supremacista, el odio y la fractura social, tanto en Cataluña como en España, frutos que en ningún modo podemos atribuir a la idea suprema del bien, como es Dios. Dicho esto, resulta más que curioso que Novell, en quien confluyen tanto la condición de voceras y propagandista de dicho movimiento, como la de adalid de la batalla espiritual, acabe como un Teleñeco del Averno –y con novia Freudiano-vampirilla, para más inri–, mostrándose a todas las miradas la debilidad espiritual de esta facción de la iglesia –o la retribución de sus pecados–.
Sea como fuere, no debemos olvidar que lo mismo que el recuerdo no es igual a lo ocurrido, sino una sublimación a posteriori del suceso, una narración tampoco es la realidad, sino una reconstrucción lógica de la misma. Seamos, pues, prudentes antes de emitir un juicio.