Sheila Carmona Silva es cumplidora, puntual y muestra gratitud por nuestro interés. Sabe que cualquier entrevista o aparición en un medio de comunicación, por pequeño que sea, ayuda sobremanera a poner los puntos sobre las íes de la realidad de un mundo repleto de obstáculos para su comunidad, la gitana.
Trabajadora incansable, la concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Linares afronta cada día con optimismo e ilusión por lo que hace. Le gusta la palabra. Todo lo que dice está libre de arrogancia y cuajado de humildad.
Sheila Carmona es reposada, pero también inquieta, que disfruta, sobre todo, ayudando a los demás. Se le iluminan los ojos cuando habla del pueblo gitano, porque cree en los suyos y en su capacidad de superación, como ha demostrado a lo largo de la historia.
La citamos en la terraza de una céntrica cafetería de la linarense calle Puente, donde la conversación navega por diferentes espacios, todos ellos interesantes. Incluso, habla con El Observador de sus gustos musicales que van por el blues y el flamenco «puro» -enfatiza-, entre otros. También se decanta por el cine producido en la Europa del Este, con el serbio Emir Kusturica como referencia. ‘Los condenados de la tierra’ de Frantz Fanon es uno de sus libros de cabecera, y, como cualquier joven de su edad, le gusta salir con los amigos, si bien reconoce que es una mujer familiar.
Sheila Carmona es maestra en Educación Primaria y técnica en Igualdad en la Fundación Secretariado Gitano de Linares, donde se bate el cobre por defender los derechos de la mujer y de la gente en riesgo de exclusión social. Toda una luchadora.
—¿Cómo se introduce en el mundo de la política?
—Nací en el seno de una familia gitana muy humilde de Santisteban del Puerto, pero con muchas inquietudes políticas. Mi tío y su mejor amigo eran de Izquierda Unida y, aunque no tenían representación en el Ayuntamiento del pueblo, a mi casa venía mucha gente a pedirle ayuda por problemas de vivienda, sociales, personales… Yo los acompañaba a las casas y veía como ayudaban a la gente. Fue en ese momento me di cuenta que la política tenía un efecto positivo en las personas y que se podía hacer cosas buenas por los vecinos.
—¿Pero para que sirve realmente la política?
—Sirve principalmente para mejorar las condiciones de vida de la gente. Si la política no está al servicio del pueblo pierde cualquier valor y no es precisamente política, sino un medio para generar dinero para unos intereses particulares y aumentar el ego.
—En la película ‘Love Actually» se dice que el amor está en todas partes. ¿Ocurre lo mismo con la política?
—Pienso que sí, que todo es política. Cuando vas a la tienda a comprar una barra de pan, lo que cuesta es política; cuando vas al Ayuntamiento encuentras política, al igual que ocurre en el trabajo cuando expresas una opinión.
—Sin embargo, existe una enorme desconfianza en la clase política. ¿Por qué?
—Porque no está a la altura, y nos incluimos todos. No está a la altura de los problemas de las personas, a las que ha dejado de escuchar para centrarse en otros menesteres. No estamos tampoco acostumbrados al consenso, al debate y a trabajar juntos por un mismo objetivo. No somos ni hay buenos políticos precisamente por este motivo. No ha políticos que estén formados en el debate. Al final, se hace lo que uno dice, guste más o guste menos al resto de fuerzas, sin recurrir al diálogo para llegar a algún punto de encuentro.
—La situación en la que se encuentra Linares requiere de mucho debate y consenso entre todos ustedes.
—Linares arrastra una crisis económica que se ha agudizado con la pandemia, lo que ha provocado que muchos linarenses se empobrezcan aún más. Eso afecta a la ciudad enormemente y creo que no hemos estado a la altura de los ciudadanos, porque nos falta dialogar y, sobre todo, escuchar.
—¿En qué puede ayudar la izquierda a Linares?
—La izquierda lo que ha pretendido siempre es que exista una política social que realmente abarque a la gente, que aquí hace muchísima falta. Abogamos por la generación de empleo, pero no solo de grandes superficies, sino del pequeño comercio y otros sectores que están desapareciendo. Izquierda Unida siempre ha abogado por la política social, por un reparto justo de la riqueza y, por supuesto, por el empleo.
—¿Hoy en día, Izquierda Unida es más o menos que antes?
—Es la misma. Bien es cierto que antes tenía muchísimo más peso en Linares por ese descontento de la población. Ahora ha comenzado a diluirse por diferentes circunstancias, como, por ejemplo, los problemas internos que nos han desgastado mucho.
—¿Su partido tiene referentes?
—Siempre los ha tenido y, en la actualidad, los tiene. En el ámbito estatal tenemos a Alberto Garzón -coordinador general y ministro de Consumo- y a otros muchos.
—¿Teresa Rodríguez es un referente de la izquierda?
—Para mí, no (sonríe abiertamente). Reconozco que su capacidad de oratoria es muy buena, pero echo en falta en ella más análisis político, aunque recurra a mecanismos más emocionales para llamar la atención.
—Me está diciendo que es más populista que política.
—Sí, totalmente.
—Hablemos un poco de la Corporación Municipal de Linares y de los plenos. Cuando sale de una sesión, ¿qué le dice a su entorno más cercano?
—Pues que salgo con una sensación muy desesperante. Realmente cuando terminas un pleno estás agotada porque es una muralla infranqueable. Trabajas durante horas en una moción que defiendes con ilusión y ves cómo continuamente te das contra un muro que no permite que la iniciativa crezca debido al oscurantismo que existe. Lo cuentan todo a medias y responden sin la transparencia que merece el ciudadano. Eso hace que sea sumamente agotador. Si no conocemos la realidad, es muy difícil hacer una propuesta política seria.
—¿Cuánto hay de pose en este Ayuntamiento?
—Hay mucho de pose, pero también de ego que impide al político ver la situación real y que un vecino lo pare por la calle para decirle lo que piensa o contarle sus problemas. El político está para eso, y en el momento que el ego te domina y te dificulta ver la realidad, la política no sirve para nada.
—Para colmo, es que parece que no se llevan nada bien entre los concejales.
—(Suelta una carcajada) Pero es por lo que le decía antes, porque está todo muy compartimentado, en un escenario en el que no se intercambia la información y no fluye el diálogo. Por mucho que quieras llevarte bien con un concejal, sino no ayuda, al final genera frustración y hace que las relaciones no sean personales.
—A su portavoz -Carmelo Gragera- le pedí una canción que reflejara la situación que vive Linares. ¿Cuál me diría usted?
—Que mejor canción que ‘Nos sobran los motivos’ de Joaquín Sabina.
—¿Y una película?
—’Amanece que no es poco’ de José Luis Cuerda.
—¿Qué barreras tiene un gitano en la sociedad actual?
—Muchas y a todos los niveles. Seguimos viviendo en una sociedad que todavía juzga por los estereotipos. No se detienen en la evolución del pueblo gitano. No saben lo que hemos sufrido. De ahí que se guíen solo por lo que escuchan o dicen, como que los gitanos son unos ladrones o unos vagos. Sin embargo, no ven realmente a esos gitanos como María José (concejal del PSOE de Linares) o como yo que hemos tenido una vida de constante lucha para alcanzar las metas.
Hemos estado solas en la Universidad. Como anécdota, recuerdo mi primer día de clase en la Universidad -toda ilusionada- a un profesor hiperformado y doctor en Sociología que hablando de la educación en la población gitana soltó si conocíamos a algún gitano que hubiera llegado a la Universidad. En ese momento, mis compañeros de clase me señalaron a mí. Al hombre se le iba un color y se le venía otro, pero para mí fue un latigazo y más piedras en el camino que al final te terminan haciendo daño, porque no hay necesidad de llegar a su punto.
—Y gitana metida política.
—Así es, sobre todo por el tema de las expectativas. Es algo doloroso que lo llevas en la espalda. No solo por tu gente, sino también por los de fuera. Los payos o castellanos también esperan mucho de ti, y te encuentras enclaustrada entre las expectativas de dentro y las de fuera. Poder salir de esa situación y ser lo que una realmente quiere ser, es una guerra contigo misma.
—Juan de Dios Ramírez Heredia fue el primer diputado gitano y luchó mucho por su comunidad en el Congreso. Y en el Ayuntamiento de Linares están María José Camacho y usted. Algo se ha avanzado, pero supongo que todavía queda bastante camino por recorrer.
—Sabe lo que ocurre que muchos partidos políticos consideran negativo tener a un gitano o a una gitana en sus filas porque creen que le puede quitar votos. La imagen de nuestra comunidad es tan negativa que no piensan en nosotros, aunque seamos brillantes y estemos preparados y capacitados para desempeñar cualquier puesto. Creen que da mala sensación porque vivimos en una sociedad muy, muy racista.
—También hay partidos que los utilizan para ganar votos.
—También ocurre. Ninguna de las dos alternativas es buena. Por un lado, unos no quieren que vayas en sus listas porque no causas buena impresión y otros, por el contrario, buscan a gitanos relevantes para captar votos. El problema es que se está tutelando al gitano. No se le deja decidir por sí mismo, como cualquier otro militante o afiliado que expresa libremente sus opiniones. Siempre nos utilizan: bien para que no se nos vea o bien para todo lo contrario. Eso es muy peligroso porque da la sensación de que el gitano es un menor de edad que no tiene la capacidad de decidir por sí mismo.
—¿Qué parte de culpa tiene el pueblo gitano de su marginación?
—Cuando una mayoría oprime durante siglos a una minoría, esta última termina siendo una piedra y eso es mortal para una minoría, porque no existe intercambio ni riqueza entre ambas. Siempre he pensado que en la mezcla, el intercambio y en la diversidad está la riqueza en las comunidades, los partidos, los colectivos… Pero cuando una minoría es pisoteada y golpeada como una piedra durante siglos no siente nada. Al final se encierra en sí misma porque está atemorizada.
El pueblo gitano ha sido víctima, si bien creo que, en la actualidad, tenemos muchas posibilidades de entrar en el mundo de la política y de otros campos.
—Hoy, una niña gitana puede llegar a ser científica.
—Sin ningún problema, como cualquier otra niña. Lo que ocurre es que no se visibiliza ese avance y es una espina que tengo clavada con los medios de comunicación.
Es más fácil sacar la pobreza y las chabolas que a los niños y jóvenes gitanos que se esfuerzan por tener una buena educación y llegar lejos en sus vidas. No sé lo que hay detrás, si es morbo u otra cosa, pero lo cierto es que no se visibiliza todo el esfuerzo que hacemos, que es bestial.
Hay gitanos médicos, arquitectos, políticos… que han luchado mucho por estar ahí y avanzan a pasos agigantados.
—¿Qué siente cuando ve el típico partido de fútbol entre gitanos y guardia civiles?
—(Sonríe) Siento mucha rabia, al igual que cuando nombran el clan gitano o la pelea entre dos gitanos. Qué necesidad hay, que aporta a la noticia si es gitano, ruso o payo. Además, duele mucho cuando se hace con la idea de estigmatizar a un pueblo.
No se visibiliza el cambio que se está produciendo y que curiosamente está liderado por mujeres, de las que me siento orgullosas.
—Está claro que no nacen para tener diez hijos y estar sometidas a la voluntad del hombre.
—(Niega con la cabeza) Por supuesto que no nacemos para eso. La mujer gitana tiene un carácter muy guerrero porque ha luchado mucho para sobrevivir. De hecho, somos las mujeres las que estamos tirando del carro. Existe un feminismo gitano muy potente, que es una realidad, aunque no se vea.
—Cuando le apetece pasear, ¿qué rincón de Linares prefiere?
—Me gusta mucho el Paseo de Linarejos o cualquier vía verde.
—¿No se le cae el alma cuando ve el patrimonio minero?
—Como a cualquier otro linarense porque está totalmente abandonado. Es otra cuestión que tenemos los políticos pendientes con Linares.
—¿Por qué Linares no protege su historia y valora lo que otros quisieran tener?
—Es intrínseco en el ser humano. Creo que valoramos más lo del resto que lo nuestro, cuando, además, en Linares tenemos un patrimonio realmente envidiable. Existen poco yacimientos como el de Cástulo en Andalucía. Sin embargo, tendemos a machacar lo nuestro. Y para colmo enviamos lo de fuera. Considero que es algo de complejo del que nos tenemos que desprender.
—¿Linares tiene futuro?
—Que no le quepa duda, pero necesita una clase política que pelee y luche por lo suyo. Para empezar, esa clase política debe creérselo porque gozamos de recursos y de talento suficiente para salir de esta encrucijada en la que nos encontramos.
Tenemos muchas posibilidades y debemos apostar por esta ciudad desde el diálogo, el consenso y el debate.
—¿Por qué no se van de cena los concejales, sin cámaras de por medio, lo hablan y luchan todos juntos por esta ciudad?
—(Suelta una carcajada) Sería bueno, pero, al fin y al cabo, no depende tanto de nosotros como de otras administraciones. Además, es complicado que nos vayamos de cena porque tenemos un ego que no nos permite ver más allá. Quizá es que no estemos educados para debatir, aunque pensemos de diferente manera. Lo que le aseguro es que desde Izquierda Unida haremos todo lo posible para que Linares prospere.
Fotos: Javier Esturillo y cedidas