El Descendimiento marca un antes y un después en la tarde del Viernes Santo con una Estación de Penitencia colmada de sentimiento y pasión cofrade

Nazarenos de blanco y negro para una tarde de sombras que torna en oración de todo un barrio, el de Santa Bárbara cuando en la tarde del Viernes Santo las puertas del templo se abren para dar paso al Misterio Glorioso en madera tallada del Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo y al dolor más grande de una Madre contenido en la máxima de las Penas.

La Banda de Cabecera ha llegado hasta las mismas puertas, esperando a su Dios ya muerto como si con las notas de sus instrumentos quisiesen ser también lienzo que acoja al Padre entre los brazos.

Este año la estación de Penitencia se presentaba distinta, un ir y venir de acontecimientos dejaba sobre la Hermandad la incertidumbre que a veces la propia vida da antes de la muerte, pero que sin embargo en una lección de Fe, devoción, sentimientos de alma cofrade, hacía que otra vez se repitiese el cortejo de la elegancia y la seriedad que marcan cada tarde de Viernes Santo desde su barrio hasta el mismo corazón de este nuestro Linares, dejando en los ojos de aquel que desde la acera contempla el majestuoso cuadro pintado a golpe de gubia que en su día hiciese D. Víctor de los Ríos un brillo casi transformado en lágrima, el Descendimiento está pasando.

Paso lento y firme del Descendimiento que poco a poco avanza por Linares, como un susurro, pero no o hace sólo, con el joven cantera que viven y disfrutan de su Cofradía, también para algunos de ellos, una experiencia nueva que conocían y a los que a buen seguro este año, les quedará marcado para siempre en sus sonrisas y miradas inocentes.

República de Argentina, Espartero, Julio Burell, camino que se hace en silencio, mantillas de luto que guardan en su mano un Rosario de oración entre la flor de azahar del naranjo que da vida, pero que también es testigo de del dolor de Ella, de la Madre, de María Santísima de las Penas.

Ella como Reina que es, camina con bella chicotá costalera de sus hijas, que la miman y consuelan, queriendo a cada paso ser pañuelo que seca sus lágrimas. Que buen hacer de ellas, que guiadas solo por el amor hacia la Madre encaran la noche para llegar de nuevo a su barrio por Fuente del Pisar, Tarantos, Cuesta de San Pedro, donde todo acabará pero que a la vez dará comienzo una nueva Semana Santa, un nuevo Viernes Santo y una nueva página de la historia de la Hermandad del Descendimiento y María Santísima de las Penas. Enhorabuena Hermanos.

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