«Alimento mi amor y afición al cante con más cante»

Belén Vega Rus (Linares, 1993) es una de las cantaoras más emergentes de su generación. Formada en Conservatorio Superior de Música «Rafael Orozco» de Córdoba, donde ahora da clases, su carrera no ha sido nada fácil en un arte tan complejo y singular como el flamenco. Ella lo ama y lo siente, y es capaz de atravesar todas las dificultades que hagan falta con el empeño de quien hace las cosas empujada por ese intangible que llaman naturalidad.

Sigue la estela de otros grandes de este arte, pero su reflejo está en Carmen Linares, la «Señora del Cante», como ella la define. Belén Vega es una mujer de su tiempo, activa e independiente, con una voz única que le ha llevado a los escenarios más importantes del país.

Sin renunciar a su juventud, la cantaora linarense pasa por uno de sus mejores momentos. Está a punto de meterse otra vez en el estudio para grabar nuevas letras, mientras prepara un sin fin de proyectos, a pesar de que la pandemia lo tiene todo -o casi todo- paralizado.

Pero ella no piensa parar. Está enamorada del flamenco desde pequeña. Debutó siendo una polvorilla en los tablaos, con solo 13 años. Siempre, salvo experimentos concretos, haciendo flamenco clásico. Goza escuchando a sus colegas. Va a los conciertos sin parar, le gusta el baile y la guitarra y cuenta, pese a su edad, con una trayectoria brillante, jalonada de premios y más premios. Es por derecho propio una figura del cante jondo.

¿La estrella en el flamenco se busca, se tiene o se cultiva?

—Si a la estrella se refiere a la afición, supongo que se tiene tanto como se busca y se cultiva. El que la busca y la siembra, muchas veces acaba encontrándola y recogiéndola, y el que la tiene, ese tiene mucho trabajo hecho.

¿Cómo alimenta ese amor y esa afición por el cante jondo?

—Yo personalmente lo alimento con los oídos muy abiertos. Alimento el cante con más cante. El amor, la afición y el respeto por este arte va creciendo cada vez más y más. Me gusta escucharlo todo y dedicarle tiempo a analizar lo que hacían y hacen los genios para intentar comprender en qué consiste esto del cante jondo.

Los flamencos coinciden en que faltan medios y apoyos en este
país dedicados al género.

—Pienso que si el flamenco lo hubiera parido otro país que no fuera España le hubieran dado muchas más oportunidades. El flamenco solito ha llegado a los oídos más selectos de la gente que está al otro lado del charco y ha sido mucho más valorado que aquí, en su tierra natal.

A la vista está, muchos tablaos han tenido que cerrar en España tras la pandemia porque su aforo era en mayor medida el público extranjero. Ellos vienen a España con ansias de flamenco y hay festivales y carteles en Francia (por poner un ejemplo) o Japón que no tienen nada que envidiar a los de aquí.

Hablan de usted maravillas, que tiene un futuro muy prometedor. ¿Dónde está su techo?

—Muchas gracias. Yo vivo a cielo descubierto (risas). No me gusta pensar en el final. Para mí, el proceso puede ser un fin en si mismo y me gusta disfrutar de dicho proceso. Tener la oportunidad de hacer lo que hago cada día ya es un logro, que corriendo estos tiempos hay que dar gracias.

¿Cómo fueron los inicios de Belén Vega?

—Belén Vega comenzó a cantar flamenco con 13 años, orientada por la Peña Flamenca Femenina Carmen Linares. Esta peña y otras, como ‘La Taranta’, me hicieron recibir las primeras influencias flamencas y rodearme desde pequeñita de buenos cantaores de mi tierra como han sido Carmen Linares, Gabriel Moreno, Joselete de Linares y un largo
etcétera. Muy pronto comencé a subirme a los escenarios de la provincia y
posteriormente ya empecé a cantar en concursos y festivales.

¿Qué tiene Linares para contar con intérpretes de tanta calidad
en diferentes estilos musicales?

—Pues la verdad es que no lo sé. Supongo que el hecho de estar geolocalizada cerca de Despeñaperros y ser una ciudad ‘de paso’, hizo que desde hace muchos años fuera una ciudad de gran intercambio cultural.

¿Quién es para usted Carmen Linares?

—Para mí y para todos los aficionados al flamenco es la «Señora del cante». Hemos de estarle muy agradecidos por el legado tan bonito que nos está dejando y por haber ensalzado la figura de la mujer en el flamenco a través de su cante y sus ideales.

¿Cómo se diferencia el flamenco bueno del malo?

—El flamenco bueno del malo lo diferencia un buen aficionado, y para ser buen aficionado hay que escuchar mucho cante, del bueno y del malo.

El dramaturgo Salvador Távora mantiene que el flamenco es la
expresión del dolor de un pueblo. ¿Qué palo utilizaría para
cantar por Linares en estos momentos tan duros y qué diría en
la letra?

—En Linares siempre se ha cantado por tarantas para gritar el dolor y el sufrimiento de las minas. Me quedo con la letra ganadora del Concurso Nacional de Tarantas en el año 2016 que parece gritar en su dualidad el dolor y el sufrimiento de la situación actual:

Tu sol un triste candil
Negros maderos, tus cielos
Tu sol un triste candil
Barros y polvo, tus suelos
Aquí no florece abril
Solo la muerte, minero.

Autor: Francisco Rueda Algaba

¿Por dónde camina su carrera artística?

—Estoy feliz. Ahora mismo compagino mis clases en el Conservatorio con mis actuaciones y proyectos. Este bonito proceso y progreso está lleno de estudio e inquietudes incesantes, que como he dicho anteriormente vienen a ser «mi techo» o mi objetivo principal en la
música.

¿De dónde saca tiempo para cantar y formarse?

—Hay tiempo para todo, y con buena organización da para estudiar, cantar, salir, trabajar y disfrutar de todo lo bueno que nos da la vida. Ahora trabajo en el Conservatorio de Córdoba y vivo en Málaga. Utilizo el viaje en el AVE para organizarme y estudiar.

También tengo la suerte de sentir que estoy en formación constante gracias a las buenas influencias que me rodean; la verdad que me siento muy afortunada. Utilizo mi tiempo libre en casa para estudiar guitarra y cante, hacer deporte, etcétera, ya que esto me es más difícil hacerlo en el tren.

¿Se siente profeta en su tierra?

—Hace unos años le hubiera contestado que no, pero en realidad era consecuencia de algunas malas experiencias que no me dejaban ver con claridad. Me siento profeta en mi tierra y trabajo mucho por Linares. Tengo unos compañeros excepcionales que adoro en la provincia y me encanta volver, porque siempre me reciben con una sonrisa y con los brazos y el corazón bien abiertos.

Fotos cedidas por Belén Vega

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